La incidencia de cáncer infantil en México ha ido en aumento en las últimas décadas. Se estima que alrededor de
5,000 niños
son diagnosticados con cáncer cada año en el país.
Los tipos de cáncer más comunes en niños mexicanos son la leucemia (especialmente la leucemia linfoblástica aguda), los tumores del sistema nervioso central, los linfomas y los tumores sólidos como el neuroblastoma y el osteosarcoma.
Las tasas de supervivencia para el cáncer infantil han mejorado en México en las últimas décadas gracias a avances en el diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, aún hay desafíos significativos en el acceso a la atención médica y a tratamientos de calidad para todos los niños afectados.
Algunos factores de riesgo para el cáncer infantil en México incluyen la exposición a agentes carcinógenos ambientales, la falta de acceso a atención médica preventiva y los desafíos socioeconómicos que pueden dificultar el acceso oportuno al tratamiento adecuado.
En México, existen varias organizaciones y programas dedicados a apoyar a niños con cáncer y sus familias, proporcionando servicios como alojamiento durante el tratamiento, transporte, asistencia psicológica y recursos educativos.
El diagnóstico del cáncer infantil generalmente implica un proceso multidisciplinario que puede incluir varias etapas y la participación de diferentes profesionales de la salud, incluidos médicos pediatras, oncólogos, radiólogos, patólogos y especialistas en laboratorio clínico. Aquí te detallo cómo se puede llevar a cabo el diagnóstico y el papel que juegan el laboratorio clínico y el de patología:
Todo comienza con la evaluación clínica de un niño que presenta síntomas preocupantes que podrían estar relacionados con el cáncer. Los síntomas pueden variar según el tipo de cáncer, pero pueden incluir fatiga persistente, pérdida de peso inexplicable, dolor persistente, fiebre recurrente y otros síntomas.
Los exámenes de laboratorio, como análisis de sangre y orina, son útiles en la evaluación inicial y el seguimiento del cáncer infantil. Estos exámenes pueden ayudar a identificar anomalías en los conteos sanguíneos, la función renal, hepática y otros marcadores que pueden indicar la presencia de cáncer o ayudar a monitorizar la respuesta al tratamiento.
Si se sospecha cáncer después de la evaluación clínica y los estudios de imagen, se puede realizar una biopsia. Durante una biopsia, se extrae una muestra del tejido tumoral para su análisis patológico. Los patólogos son los profesionales médicos encargados de examinar estas muestras bajo el microscopio para determinar el tipo de células presentes, la naturaleza del tumor y otros detalles que son cruciales para el diagnóstico y el plan de tratamiento.
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Las pruebas de diagnóstico por imagen, como radiografías, ultrasonidos, tomografías computarizadas (TC) y resonancias magnéticas (RM), son importantes para detectar la presencia de tumores y evaluar su ubicación, tamaño y extensión en el cuerpo del niño.
En algunos casos, se pueden realizar pruebas adicionales, como análisis de marcadores tumorales en sangre u orina, así como pruebas genéticas para detectar mutaciones genéticas específicas que pueden estar asociadas con ciertos tipos de cáncer infantil. Estas pruebas pueden ayudar en el diagnóstico y la planificación del tratamiento.
Cada año, más de 280.000 niños en todo el mundo son diagnosticados con cáncer, el 90% de los cuales viven en países de ingresos bajos y medios (PIBM) donde el tratamiento no está disponible o es inasequible. El fracaso del tratamiento es común y multifactorial en muchos PIBM, incluida la falta de diagnóstico, el diagnóstico erróneo, el tratamiento inasequible o abandonado, la muerte tóxica (relacionada con el tratamiento) y el exceso de recaída en todo el mundo, con el resultado de que solo alrededor del 20% de los niños con cáncer en los PIBM sobreviven, en comparación con más del 80% en los países de altos ingresos. Para actuar sobre esta inequidad, en septiembre de 2018, la OMS lanzó la Iniciativa Mundial para el Cáncer Infantil (GICC) con el objetivo de lograr al menos un 60% de supervivencia para los niños con cáncer para 2030. Si se implementa con éxito, se estima que un millón adicional de niños con cáncer podrían salvarse en la próxima década.
En América Latina y el Caribe, se estima que al menos 29.000 niños menores de 19 años desarrollarán cáncer cada año, y más de 10.000 niños morirán. Entre los factores más importantes que contribuyen a la baja supervivencia del cáncer infantil se encuentran la mortalidad asociada con las infecciones y la dificultad para acceder a un tratamiento oportuno y de calidad. Existe una compleja interacción de factores que contribuyen a esta profunda desigualdad, arraigada en sistemas de salud débiles incapaces de satisfacer las necesidades de los niños y sus familias y una débil priorización política del cáncer infantil.
El quinto aniversario del lanzamiento del GICC invita a reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos que enfrenta la mejora del diagnóstico y tratamiento del cáncer infantil. Es también una oportunidad para reiterar el llamado a los Estados Miembros a avanzar decisivamente hacia la plena implementación de las mejores prácticas en el control del cáncer infantil, respaldadas por una visión transformadora para la equidad en salud.
Este suplemento especial sobre el cáncer infantil destaca los logros conjuntos de la Oficina Sanitaria Panamericana, el Hospital de Investigación Pediátrica St Jude y los Estados Miembros y recuerda que aún queda un largo camino por recorrer para garantizar la plena implementación del marco CureAll de la OMS en las Américas.